La teoría de las ventanas rotas.
Según la teoría, si alguien rompe el vidrio de una ventana en una vivienda y no le pone uno nuevo, próximamente no habrá ni una ventana completa en esa casa.
En otras palabras, claras señales de desorden y caos provocan a los demás a que se olviden de las normas. Como resultado, empieza una reacción en cadena por la cual una «decente» zona urbana puede convertirse en un sitio espantoso donde la gente tendrá miedo de salir a la calle.
La teoría acerca del caos que se propaga tal como una epidemia fue formulada en 1982 por J. Q. Wilson y G. L. Kelling. En la redacción de Genial.guru nos encanta mantener el orden porque es maravilloso, y he aquí las evidencias.
Metro de Nueva York en 1980. © Christopher Morris
A mediados de la década de 1980, en el metro de Nueva York se cambió la directiva. El nuevo jefe David Gunn empezó a luchar contra el grafiti. La idea no le agradó tanto a la sociedad urbana, le aconsejaban que mejor se ocupara de asuntos más importantes tales como fallas técnicas, seguridad contra incendios, el nivel de la delincuencia; y que no gastara los impuestos en tales «tonterías». Sin embargo, Gunn era insistente:
- «Un grafiti es la señal del fracaso del sistema. Si quieres empezar el proceso de reconstrucción de una organización, tienes que empezar con la victoria sobre el grafiti. Sin haber ganado esta batalla, ninguna reforma triunfaría. Estamos dispuestos a poner en marcha nuevos trenes con el costo de 10 millones de dólares cada uno, pero si no los protegemos contra el vandalismo, ya sabemos qué les espera. Durarán un día y luego los echarán a perder».
Así fue como Gunn dio la orden de limpiar vagones. Ruta por ruta. Tren por tren. Se limpiaba cada vagón a diario. «Para nosotros fue tal cual un acto religioso», narraba más adelante.
Al final de cada ruta fueron instalados los puntos de lavado. Si algún vagón llegaba con inscripciones en su exterior, los dibujos se quitaban inmediatamente; si no, el vagón se retiraba del uso. Los vagones «sucios», llenos de grafiti, nunca se mezclaban con los limpios. Gunn le hacía llegar a los vándalos un mensaje muy claro.
- «Una vez en Harlem, donde los vagones estaban estacionados en la noche, en la primera noche aparecieron unos adolescentes que mancharon los vagones con una pintura blanca. A la noche siguiente, cuando la pintura se secó, regresaron y resaltaron sus contornos, y luego de un día ya lo estaban pintando. Es decir, trabajaron 3 noches en esos grafitis. Nosotros estábamos esperando a que terminaran su «obra». Luego agarramos un rodillo para pintar paredes, y pintamos nuevamente el tren de un color uniforme. Los chicos se entristecieron y algunos incluso lloraron, pero nosotros cubrimos todo de pintura. Este fue nuestro mensaje para ellos: «¿Quieren pasar 3 noches en el nuevo „diseño“ del tren? Háganlo. Pero nadie lo verá de todas maneras».
El segundo punto importante de la nueva administración fue la lucha contra los polizones, pasajeros que viajan sin pagar su pasaje, porque esto también es una señal de que el sistema está desordenado. Las personas creían que si alguien no pagaba el transporte, tampoco ellas lo iban a pagar, y el problema aumentaba cada día más. En 1990 William Bratton fue contratado como policía de tráfico.
¿Cómo resolvió el problema? Ubicó al lado de los torniquetes 10 policías infiltrados para que atraparan a los delincuentes, los esposaran y los pusieran en una fila a lo largo de la plataforma. Después de esto, los llevaban a un autobús de policía donde los revisaban y les tomaban huellas digitales. Muchos de los detenidos traían armas de fuego. Otros tenían problemas con la ley.
- «Para los policías esto se convirtió en un auténtico Eldorado», comentaba Bratton,«Cada detención parecía más bien una bolsa de palomitas que contenía un regalo. ¿Qué juguete me tocará este vez? ¿Una pistola? ¿Una navaja? ¿Tienes permiso para portar armas? Wow, eres un asesino. Rápidamente los chicos malos se volvieron más inteligentes y empezaron a dejar sus armas en casa y pagar por su pasaje».
En 1994 Rudolph Giuliani fue elegido como alcalde de Nueva York. Llevó a Bratton a trabajar con él y lo nombró jefe de la policía de la ciudad. Le ordenó desarrollar una estrategia a escala de toda la ciudad, la reacción en cadena fue detenida y Nueva York se convirtió en la ciudad más segura de Estados Unidos.
Cómo funciona esta teoría
Los científicos holandeses llevaron a cabo una serie de experimentos que demostraron que muchas veces las personas rompen las reglas al ver que los demás hacen lo mismo. Al mismo tiempo, el «mal ejemplo» se contagia: al percatarse de que se rompe una regla, las personas se permiten romper algunas otras también, y la sensación de impunidad envía un «llamado» a cometer delitos más graves.
- Si un edificio tiene una ventana rota, se tiene que reemplazar lo más pronto posible por una nueva. Si en un callejón aparece basura, se tiene que recoger antes de que las personas empiecen a tirar en plena calle sus muebles viejos o residuos nucleares.
El primer experimento fue llevado a cabo en un estacionamiento de bicicletas en una tienda. Se retiraron todas las urnas de basura y a cada bicicleta se le pegó un volante publicitario. Es decir, las personas podían tirar esos anuncios en plena calle o decidir llevárselos. Es importante destacar que al principio la pared de la tienda estaba limpia: tenía una señal que prohibía dibujar sobre ella. De 77 ciclistas sólo 25 se portaron mal y tiraron la basura, es decir, un 33% de ellos.
Luego el experimento se repitió a la misma hora del día, pero la pared fue llenada de dibujos caóticos. Esta vez un 69% de los ciclistas tiró la basura en plena calle.
- Por consiguiente, al mirar que alguien había violado la regla de no dibujar sobre la pared, los ciclistas se sintieron estimulados a romper otra regla: no tirar basura en la calle.
El segundo experimento tenía que demostrar si la teoría de las ventanas rotas se aplica sólo a las normas comunes o también se extiende a las reglas locales establecidas en alguna situación o lugar en particular.
Los investigadores obstaculizaron la entrada principal a un estacionamiento de autos dejando una gran rendija por ahí. Al lado ubicaron una señal que decía «Prohibida la entrada, rodear 200 m a la derecha» y otro cartel «Prohibído amarrar bicicletas a la valla». El experimento se llevó a cabo en dos modos: «reglas cumplidas» y «reglas infringidas».
- En el primer caso, a un metro de la valla se encontraban cuatro bicicletas no amarradas. En el segundo, las mismas bicicletas fueron amarradas a la valla. El resultado nuevamente fue positivo: en la primera situación, solamente el 27% de los autos entraron por la rendija, en la segunda, un 82%.
El tercer experimento se parecía al primero pero las señales de «infracción de las normas» no eran visuales sino auditivas. En Holanda, la ley prohibe el uso de petardos y pirotecnia en las semanas previas al Año Nuevo (los infractores son multados).
- Resulta que los ciclistas tiran papeles con más frecuencia si escuchan el sonido de explosión de un petardo.
En los próximos dos experimentos las personas fueron tentadas a cometer un robo menor. Desde un buzón se veía un sobre en el cual se asomaba un billete de 5 euros. Los investigadores observaban las personas que pasaban por ahí y calculaban el número de robos. En la situación «reglas cumplidas» el buzón lucía limpio y no tenía basura tirada. En la situación «reglas infringidas» el buzón o estaba lleno de graffiti, o tenía un montón de basura. Los resultados fueron muy convincentes nuevamente.
- En la situación «reglas cumplidas» sólo un 13% de las personas se adueñaron del sobre tentativo. Al mismo tiempo que un buzón pintado provocó un 27% de robo; y la basura tirada alrededor, otro 25%.
Por lo tanto, las inscripciones sin sentido o basura tirada duplican el número de robos.
Estos sencillos experimentos demuestran que la infracción de las normas sociales puede crecer tal cual una bola de nieve, y es necesario combatir sus primeras manifestaciones.
Una conducta antisocial pronto puede convertirse en una costumbre, y entonces el sistema empezará a apoyarse a sí mismo. Cada uno de nosotros debe recordar: al tirar una lata de refresco al césped o al escribir una grosería en una pared, contribuimos al aumento de la delincuencia y desorden universal.
Una conducta antisocial pronto puede convertirse en una costumbre, y entonces el sistema empezará a apoyarse a sí mismo. Cada uno de nosotros debe recordar: al tirar una lata de refresco al césped o al escribir una grosería en una pared, contribuimos al aumento de la delincuencia y desorden universal.
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